BIOGRAFÍA

Soy  Antonella  Sigillo  Giannetto y detrás de este nombre viene a mi mente ¿Quién soy? , ¿De dónde vengo? En  mí recorrido por este viaje que es la Vida  a menudo  aparecen  estas interrogantes que de una manera u otra forma terminan siendo el  punto de partida para reconectarme y redescubrirme.

 

En esta búsqueda interior, siempre aflora una constante y es  la sensación que  produce en mí  el contacto con el  mar y sus  embarcaciones, sus maderas y oxidaciones, siempre me han cautivado en especial,  como el tiempo y su registro van estampando  estas superficies. Y hablar del tiempo me lleva a pensar que esta  conexión con el mar viene desde mis orígenes, convirtiéndose en algo transcendental para mi.

 

Mis padres Bruno Sigillo y Rosa Giannetto ambos Italianos, abandonaron su amada tierra  goleada por la postguerra, mi  padre desde Salerno y mi madre desde la isla de Sicilia, arropados por la cercanía al mar se  embarcaron  a  nuevos  horizontes, pero con  el  mismo destino, atravesaron las  aguas  mediterráneas,  el Atlántico hasta llegar  a Venezuela, y en Caracas en su  centro capitalino, rodeado de cultura, comercios y su imponente montaña mágica se conocieron y formaron su familia. Para el año 1969 nací yo,  la segunda de 4 hijas.

 

Desde pequeña siempre tuve la inquietud de querer estar cerca del mar, visitarlo bajando  a la  guaira un domingo  o a higuerote una semana santa resultaban ser  el mejor plan. Para el año 1998 me mudo a la Isla de Margarita y  se cumple mi anhelo de poder vivir en contacto con el mar  cotidianamente, ver sus diversas tonalidades de azules, palpar la arena, respirar ese olor a salitre y  detallar las embarcaciones, los  peñeros como las llamamos  aquí, todo esto me  acercó a observar en primera fila como el tiempo va registrando su paso  y de esta forma a su vez fue marcando mis pinceles.

En el desarrollo de mi obra, el tiempo  y la huella han sido una constante. Vivo en Pampatar, pueblo de la sal,  y al caminar por la orilla de sus playas cada mañana, ver las embarcaciones, sentir sus  maderas, ver el desgaste del material producto de la erosión, contemplar el comportamiento de la oxidación y el rastro que va dejando, me invitan a querer saber y conocer  más de cerca sobre las andanzas de esas embarcaciones y su tránsito por el mar, a las dificultades a las que se exponen cada día, en cada viaje.  A los pescadores que las manejan, su entrega a la faena diaria en busca de sustento para sus familiares y el pueblo.

 

Al contemplar  esas marcas en sus cascos de madera, me sumerjo en un dialogo interno donde me imagino que me cuentan sus historias, en donde cada marca, es una experiencia vivida, una fábula y  es aquí  cuando busco un paralelismo con el carácter efímero del ser humano, en cada huella que  va quedando permanentemente  en  nosotros, en nuestro cuerpo y espíritu durante la travesía  por ese mar llamado vida, huellas que  indudablemente serán indelebles y nos forjaran para siempre como individuos.